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07 Ene

JULIÁN BARRIO: “SER CRISTIANO ES LO MÁS MODERNO QUE HAY”JULIÁN BARRIO: “SER CRISTIÁN É O MÁIS MODERNO QUE HAI”

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\r\nA.Coco/J. L. Jiménez\r\n

ABC/Galicia

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Tras dos décadas al frente de la principal diócesis gallega, el arzobispo de Santiago de Compostela se ha convertido en uno de los más veteranos de España. Aquí responde sobre los desafíos y problemas de la Iglesia y de la sociedad

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Hubo un día, en que Julián Barrio fue el arzobispo más joven de Europa. De aquello han pasado casi veinte años. Hoy es —con holgura— uno de los más veteranos de España. Y siempre en Santiago. «¡Cuánto me tienen que aguantar mis diocesanos!», bromea al inicio de la entrevista con ABC en su despacho del Palacio Arzobispal, donde cuelgan retratos de destacadas personalidades que le precedieron en el cargo como los cardenales Rouco y Suquía, y otros como Lago González y Julián de Diego y García Alcolea.

\r\nCon monseñor Barrio se abre la serie dominical con la que este diario celebra sus dos décadas en Galicia, y que reproducimos en la página web de Cáritas Diocesana de Santiago de Compostela .\r\n\r\nAl final de la charla deberá oficiar el funeral de un sacerdote de la diócesis. Tiene por costumbre presidir cada entierro de sus curas. Cuando entonces se le pregunta si a estas alturas imagina el final de su episcopado fuera de Compostela, confiesa que no. Al contrario. A este zamorano (Manganeses de la Polvorosa, 1946) le gustaría continuar en la capital de Galicia hasta que deba presentar su renuncia al cumplir 75 años en 2021, coincidiendo con el próximo Xacobeo. A la pregunta sobre si «se ve participando en un cónclave», lo que supondría ser elevado a cardenal, ríe:«En eso no pienso». Por el momento, sus compañeros obispos le han renovado su confianza para que siga siendo miembro del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal, una función que desempeña desde 2011.\r\n\r\nBarrio2Es usted un espectador y un analista privilegiado sobre la religión y la sociedad de Galicia. ¿Es más o menos religiosa que hace veinte años?\r\n—Nuestra sociedad en Galicia sigue siendo muy religiosa. Otra cosa es que, influidos por los procesos de secularización que estamos viviendo, se tengan en cuenta realmente los principios cristianos. Nuestro deber en este momento es tratar de descubrirles lo que implica ser una sociedad religiosa. La religiosidad que vivimos en Galicia es una buena plataforma para ir profundizando en un compromiso más vivo y que responda a lo que la Iglesia quiere de nosotros en estos momentos.\r\n\r\n—¿Una sociedad menos religiosa es una sociedad con menos valores?\r\n\r\n—Puede serlo. Sin duda. Hay una realidad que no podemos olvidar: la dimensión trascendente de la persona. Que se enfríe la vida religiosa puede también conllevar que no se perciba tan vivamente esa relación con Dios y se olvide esa dimensión trascendente que es fundamental para vivir.\r\n\r\n—¿Han quedado antiguos valores como la familia, la vida o el matrimonio?\r\n—Ciertamente. A poco que abramos nuestros oídos y ojos nos damos cuenta de que la familia vive en una situación de crisis. La vida no se defiende como debiera defenderse desde el instante de su concepción hasta la muerte natural. Esta minusvaloración está influyendo en nuestra convivencia.\r\n\r\n—Causa cierta extrañeza que se acuse a la Iglesia de antigua por defender estos tres valores esenciales…\r\n\r\n—Eso no tiene sentido. Ser cristiano es lo más moderno que hay. Defender la familia, que es la base y fundamentación de la sociedad, no es antiguo, es lo más progresista porque conlleva la defensa de la dignidad de la persona, su proceso de realización… En el contexto de la familia es donde se aprende a ser humanos. Hoy más que nunca necesitamos redescubrir esa dimensión humana. Tenemos que salir de los caminos trillados que venimos siguiendo y buscar respuestas nuevas a lo que las personas hoy necesitan y nos preguntan… Nos encontramos en un momento en el que cuando teníamos preparadas todas las respuestas, resulta que nos han cambiado todas las preguntas. Por eso, el Papa insiste tanto en que tenemos que salir al encuentro de la sociedad para escucharla y tratar de dar la respuesta adecuada conforme al mensaje de Cristo. No es que en otro tiempo no se haya hecho, pero hoy se vive con mayor exigencia. A vino nuevo, odres nuevos. Tenemos que tratar de dejarnos preguntar por la gente para tratar de dar la respuesta conforme a los valores del Evangelio. Eso no quiere decir que tengamos que dar respuesta a todo. A Jesús le preguntaron qué era la verdad y se calló. Tenemos que ser, como pide el Papa, una Iglesia en salida. Pero no tirar por la borda una realidad cultural y religiosa que hemos recibido. No todo cambio es progreso. Un progreso que no sabe dónde va no es progreso. Tenemos que evitar a los agoreros pesimistas y a los ingenuos entusiastas. Tenemos que hacer un análisis lúcido, sereno y ponderado. A partir del conocimiento de la realidad, es como la podemos ir transformando. Eso sí, sabiendo que no podemos pretender cambiar nuestra sociedad si no empezamos por nosotros mismos.\r\n\r\nBarrio3Cristo alertaba de quienes le decían a la gente lo que quería oír. ¿Estamos en una situación de cierto paralelismo con el surgimiento de populismos?\r\n\r\n—Es posible. Para todos es más fácil halagar los oídos. Pero eso no significa que así les ayudemos. De ahí la coherencia con la que la Iglesia tiene que ofrecer sus principios. Hablamos mucho de la crisis económica, pero no es un efecto, es una consecuencia. La causa es la pérdida de los valores antropológicos y morales que está viviendo nuestra sociedad. Cuando no se tiene en cuenta la realidad de la dignidad de la persona en todos los ámbitos, se llega a esta situación que no podemos más que lamentar. De ahí que debamos recuperar valores que, al servicio de esta causa, harán un efecto muy distinto.\r\n\r\n—¿Mantener principios desde hace siglos es coherencia u obstinación?\r\n—Es coherencia. La Iglesia no la hemos fundado nosotros, sino Cristo. Y lo hizo entendiendo que tenía que ser portadora de la salvación que nos ha venido a traer. El hombre es el único camino que la Iglesia tiene que recorrer. Y lo tiene que hacer desde esa coherencia con sus principios. Por tanto, no se trata de una obcecación, no. Aquello que sirve al hombre es la preocupación que la Iglesia debe tener para ofrecérselo conforme a los valores del Evangelio, que tienen razón de ser en la medida en que estén vinculados a una realidad trascendente. De lo contrario, nos meteríamos en un relativismo, indiferencia y pasividad que es lo que no da respuesta a la realidad del hombre.\r\n\r\n—Ha dedicado a la crisis algunas de sus últimas cartas pastorales, como la del Día de las personas sin hogar. ¿Qué siente ante los desahucios?\r\n\r\n—No se respeta la dignidad de la persona. En esa carta hablaba de la preocupación de que el hombre sigue explotando al hombre. Quizá porque no es capaz de comprender lo que es la dignidad de la persona. Tenemos que abordarlo con el testimonio y la búsqueda de soluciones. Ahora, por ejemplo, estoy tratando de que una parte del asilo de Carretas podamos dedicarla a acoger a sintecho. Son situaciones que nos deben afectar personalmente si tenemos un mínimo de sensibilidad. A veces, con la indiferencia, estamos esclavizando a los demás. Acaba de decir el Papa que una sociedad que no se preocupa de los pobres está enferma.\r\n\r\n—¿Es más fácil difundir el mensaje del Papa Francisco?\r\n\r\n—Estoy convencidísimo de que Dios nos da en cada momento al frente de la Iglesia a aquella persona que necesitamos. A lo largo de toda la historia no han faltado luces ni sombras, pero nunca han faltado líderes que, como Moisés, hayan golpeado la roca para que pueda salir ese agua que necesita la Iglesia. El Papa nos está abriendo caminos que tenemos que recorrer no sólo por fidelidad a él, sino porque estamos viendo que es lo que nos lleva a acercarnos a las personas y a tratar de ofrecerles una pastoral que sólo en ese tú a tú se puede transmitir. Lo estamos viviendo con mucha esperanza. Pero como les decía, agoreros pesimistas los tenemos e ingenuos entusiastas también. Ahí es donde procede que mantengamos ese análisis concienzudo.\r\n\r\nBarrio4Después de la primera sesión del sínodo sobre la familia en el Vaticano, en la que parece haber habido mucho debate sobre divorciados y homosexuales, ¿cabe esperar cambios respecto a estas cuestiones este año?\r\n—El Papa ha dicho claramente que las referencias a las que tenemos que acudir son la «Relatio Synodi» (el Mensaje de la Asamblea General Extraordinaria) y su discurso en la clausura. Ese es el marco en el que se han de encuadrar las reflexiones sobre la familia y sus problemas. En todo caso, entiendo que el Papa ha dejado claro que nada que afecte a los demás, a la Iglesia le puede ser ajeno. Pero eso tiene que ser iluminado siempre desde una lectura creyente de la realidad. Y en ese marco nosotros tenemos que movernos.\r\n\r\n—Con frases como «si una persona es gay y busca a Dios, ¿quién soy yo para juzgarla?», el Papa se ha ganado muchas simpatías. ¿Es sólo un cambio de lenguaje o el inicio de algo mayor?\r\n\r\n—El Papa es un maestro a la hora de enseñarnos cómo utilizar el lenguaje. Toda respuesta en este sentido siempre tiene que darse desde la comprensión y una actitud de misericordia.\r\n\r\n—Con Francisco parece que se rompen también algunos tabúes. No ha tenido inconveniente en hablar abiertamente sobre el caso de presunta pederastia en la archidiócesis de Granada, en el que se ha involucrado personalmente. ¿Cómo lo ha vivido?\r\n\r\n—Como no podía ser de otra forma, comparto plenamente la actuación del Papa. No cabe duda ni sombra alguna.\r\n\r\n—¿Está contribuyendo Francisco a un cambio de actitud de no esconder estas cuestiones, que ya anticipó en gran medida Benedicto XVI?\r\n\r\n—Sin duda alguna. Y no sólo es positivo, sino aleccionador.\r\n\r\n—Hace más de dos años convocó un sínodo diocesano para renovar la Iglesia local. Concluirá este 2015. ¿Cómo ha ido ese proceso? ¿Qué espera?\r\n—Llevábamos sin sínodo diocesano 109 años, lo pensé mucho y entendí que era el momento de convocarlo. Porque los años santos son una riqueza espiritual enorme para la diócesis, pero claro, también te marcan un ritmo pastoral. En este tiempo que hasta 2021 no tenemos Año Santo, entendí que era el momento. ¿Qué pretendía? Remover un poco las aguas porque si no, quedan estancadas y no son curativas. Para que tomáramos conciencia de la problemática pastoral que tenemos con cada vez menos sacerdotes y consagrados. Tenemos un laicado al que hay que avivar. Está llamado a participar en la transmisión de la fe y hay que hacerle caer en la cuenta de esta realidad. Tendremos que tratar de dar una nueva organización pastoral a la diócesis.\r\n\r\n—¿Está costando esa renovación?\r\n—Lo más fácil es hacer lo que se ha hecho siempre. No podemos movernos por añoranzas del pasado, pero tampoco podemos actuar con una actitud de huida al futuro. Miramos al pasado con agradecimiento y al presente con responsabilidad. Quien en el presente huye al pasado o al futuro, no está dando respuesta al momento que nos toca vivir. Y después, mirar al futuro con esperanza. Está en manos de Dios y hay que reconocer que son muy buenas manos.\r\n\r\n—El Camino de Santiago vive un auge sobresaliente. ¿Hay riesgo de que se convierta más en una ruta turístico-cultural que cristiano-espiritual?\r\n\r\n—A eso tenemos que estar muy atentos. Si el Camino pierde su alma, su dimensión espiritual y religiosa, se empobrece. La razón del Camino está en función de la meta. Y la meta es la veneración de la tumba del Apóstol.\r\n\r\n—En breve se celebrará el juicio del «Códice». ¿Han hecho análisis crítico de lo que sucedió?\r\n

 \r\n—Sí. Debemos tener la suficiente humildad para decir: «Esto se ha hecho mal, tenemos que cambiarlo». Cuando uno hace algo que no ha estado bien, se reconoce, se pide perdón y se trata de buscar una solución para poder mejorar.

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¿Hubo exceso de buena fe o déficit de seguridad?

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 \r\n—Soy de los que piensa que hay que confiar en las personas. Vivir sin confiar en las personas es un martirio. Para mí, las personas merecen toda la confianza hasta que una actuación me dice lo contrario. No es que entonces no siga mereciéndola, pero da pie a uno para decir: «Así no se puede seguir. Yo sigo confiando en usted, pero la actitud tiene que ser otra». ¿Hemos sido muy confiados? Es posible.

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¿Qué espera del juicio, donde declararán como testigos muchos religiosos, entre ellos los obispos de Orense y de Tui-Vigo?

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 \r\n—Los señores obispos a los que han convocado estaban en ese momento en el ámbito de la Catedral como deán o canónigo. Formaban parte del cabildo y esa es la razón.

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Mucha gente desconocía el valor que tenía el «Códice». ¿Un elemento de tal importancia no podría estar guardado, por ejemplo, en la Biblioteca Nacional para que se conserve con seguridad y cuidado o la archidiócesis ve otra forma mejor de hacerlo?

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—Eso es propiedad de la Iglesia, que tiene que conservarlo y protegerlo. La preocupación es que un hecho como el que nos aconteció no vuelva a suceder. Es un libro de gran valor del que se han hecho facsímiles y la posibilidad de consultarlo existe, incluso del original.

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¿Ha perdonado al ladrón después del dolor causado?

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—Sufrimos mucho ese año, pero el perdón siempre tenemos que estar dispuestos a ofrecerlo.

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¿Cree que se ha actuado correctamente en la secta de Oia? ¿Por qué no hay más control para evitar estos grupos opacos?

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 \r\n—El obispo de Tui-Vigo ha actuado conforme al protocolo. El control de estas asociaciones se debe tener porque dependen del obispo, a quien han de tener informado. Son experiencias que nos llevan a ponernos en guardia con mayor seguimiento.

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