EL AISLAMIENTO HACE INVISIBLES A LAS PERSONAS SIN HOGAR
“ No les des la espala”, “Comparte tu red. No dejes que se queden fuera de cobertura”, campaña de Cáritas para apoyar a este colectivo
En la Campaña de Personas sin Hogar se nos da cuenta de esas personas desvinculadas de la Sociedad. Desconectadas. Sin vínculos relacionales que les proporcionen apoyo. Un aislamiento que les hace invisibles y sin posibilidades de salir de este círculo de pobreza y exclusión social.
El lema general de la Campaña puesta en marcha por Cáritas y un amplio colectivo de entidades e instituciones que trabajan en el campo de lo social, señala con contundencia: “No les des Espalda”; “Comparte tu red. No dejes que se queden fuera de cobertura”. En el documento se da cuenta de la a realidad traumática y dolorosa que se hace más dura y agresivas en el caso de las mujeres que lo padecen. Se insiste en que es necesario recuperar la conexión de la sociedad con las personas más vulnerables. Al mismo tiempo se hace hincapié en que como estas personas hay miles sin hogar en toda España.
En las propuestas de la campaña del presente año se plantean una serie de iniciativas, siempre pensando en que la mejor red de apoyo a estas personas está en nosotros, de ahí que nos animen a compartir con ellas iniciativas y propuestas para que no se queden fuera de cobertura, se señala en el documento hecho público.
Se señala que la desconexión es vivida como una pérdida de posibilidades y oportunidades, por lo que se puntualizan los siguientes extremos:
- Sin conexión a los servicios públicos de la comunidad en la que viven.
- Sin conexión a relaciones sociales, familiares.
- Sin conexión a su salud física y mental.
- Sin conexión a sus propios recursos personales y posibilidades.
- Sin conexión a su propia dignidad, merecedores del derecho a la libertad, educación, cultura, sanidad, trabajo, vivienda, a construir una familia, a participar de la sociedad en la que vivimos sin conexión al Derecho a la vida.
Mayor número de varones
El varón en edades comprendidas entre los 45 y 60 años sigue siendo el que más acude, con mucha diferencia, a los centros en los que se presta atención. Se hace hincapié en que aumentan las atenciones llevadas a cabo con mujeres. “Es un tema en complejo y que tiene muchas aristas”. En cuanto a las cifras se señala que es muy difícil cuantificar con exactitud, se puede hablar de que del orden de unas 2.000 personas son atendidas en la diócesis en relación a temas de sin hogar o con hogares muy deficientes. Una cantidad que se puede llegar a doblar a nivel de Galicia.
Los responsables de la campaña a nivel diocesano consideran que las políticas sociales deben favorecer el acceso y ejercicio de derechos para las personas sin hogar, que además de reivindicar una vivienda digna, demandan de modo permanente que se favorezca su protección social en los distintos campos.
Sinhogarismo
Cáritas lleva organizando desde hace más de 30 años la campaña de ayuda y apoyo a las personas sin hogar para hacer visible la vulnerabilidad extrema de las personas que quedan al margen: al margen de las relaciones sociales, del espacio público normalizado, del acceso a su derecho de vivienda, empleo y protección social. Una iniciativa que ha tenido su respuesta a nivel mundial en el año 2010 con la finalidad sensibilizar y concienciar a la población acerca de las personas que no tienen un hogar para vivir o que habitan en viviendas en condiciones infrahumanas e insalubres y la discriminación que sufren por su condición.
Este fenómeno social es conocido como sinhogarismo, relacionado con las personas que carecen de una vivienda para residir, viéndose en la obligación de vivir a la intemperie o en albergues debido a una ruptura de sus lazos familiares y sociales, así como por no poseer un empleo con ingresos fijos o estables.
La iniciativa pretende generar propuestas para ayudar a aquellas personas que se han quedado sin hogar por razones diversas: factores estructurales e institucionales, situación económica, familiar o social, desastres naturales, condición de desplazados o refugiados, entre otras causas.
Las personas sin hogar tienden a ser excluidas y marginadas socialmente, y no cuentan con ningún tipo de protección, asistencia ni acceso a los servicios básicos, debido a que deambulan y duermen en las calles, en lugares públicos o insalubres. El hecho de no tener un hogar afecta las relaciones sociales y genera un impacto en la salud física y mental de las personas afectadas, lo que implica la adopción de conductas adictivas, desestructuración del grupo familiar, desnutrición, hipotermia, depresión y paranoias.
Se estima que la esperanza de vida de las personas sin hogar se encuentra entre los 42-52 años lo que representa unos 30 años menos que la población general.
La cara más severa
Las personas sin hogar representan la cara más severa de los procesos de exclusión social. Hablamos de personas que son privadas del acceso a un trabajo, a una vivienda y a los recursos económicos necesarios para su sustento. Personas que se enfrentan a la soledad, a la ruptura de sus vínculos sociales y familiares y, en consecuencia, a la pérdida de la verdadera red social imprescindible para la vida.
La vida en la calle afecta de manera decisiva a la salud. La esperanza de vida cae una media de 20 años para las personas sin hogar, que se enfrentan además a la aporofobia, término que se define como el odio o rechazo a las personas pobres. Las personas sin hogar sufren discriminación, insultos, agresiones y, en los casos más graves, incluso violaciones y asesinatos. Las mujeres sin hogar, además, por el mero hecho de ser mujeres, se enfrentan a mayores riesgos y formas de violencia, que hacen de la calle un territorio todavía más hostil para ellas.
Vivir sin conexión
La pregunta es clara en todo el proceso: “¿Pueden vivir sin conexión en una sociedad hiperconectada? Para este colectivo, cada vez más numeroso que vemos en nuestras calles y sufriendo exclusión, vivir sin conexión significa no hacerlo con los servicios públicos de la comunidad; las relaciones sociales y familiares; con los temas de salud física y mental; de sus propios recursos personales y posibilidades. Sin conexión a su propia dignidad y son merecedores del derecho a la libertad, a la educación, a la cultura, a la sanidad, al trabajo, la vivienda, a construir una familia, a participar de la sociedad en la que vivimos sin conexión al derecho a la vida.
La experiencia y el trabajo desarrollado en los últimos tiempos ponen de relieve que se ven conectados a la soledad, al sinhogarismo, a las miradas de rechazo y negación, a la atención social itinerante, a la mirada asistencial que genera dependencia. Por tal motivo es necesaria la implantación de sistemas que ayuden a paliar esta situación, y proporcionar recursos integrados “que dignifiquen la vida de las personas en situación sin hogar.
Los más vulnerables
La crisis social y de modelo de vida está golpeando a las personas más vulnerables. “Cuantas más dimensiones de la vida están en una situación vulnerable más probabilidades tenemos de ser excluidas. Relaciones de trabajo, la vivienda, a construir una familia, a participar de la sociedad en la que vivimos sin conexión a la negación, a la atención social itinerante, a la mirada asistencial que genera dependencia”, señalan en un manifiesto integrantes de este colectivo.
Conectar con la realidad
Se demanda de las administraciones y a la clase política que conecten con las realidades de todas las personas, con la vida de los que se encuentran en situación sin hogar: “Que se conecten con las dificultades de intentar salir de la exclusión residencial y que apliquen políticas valientes en vivienda. La vivienda es un derecho que está siendo vulnerado”. Y en documento hecho público se hacen una pregunta concreta se: ¿Es esta la sociedad que queremos? De ahí que demanden que es necesario conectar con la vida en común y con la interdependencia. “No dejes que se desconecten, no te desconectes del mundo común. No permitas que se queden Fuera de Cobertura”.
La ausencia de un hogar o la imposibilidad de mantenerlo impiden el desarrollo de una vida digna. Esto es así porque una vivienda, además de cubrir la necesidad básica de alojamiento, seguridad y protección, proporciona un soporte clave para la creación de un proyecto de vida personal, familiar, social, relacional y de convivencia.