EL CARDENAL RODRÍGUEZ MARADIAGA RECUERDA QUE MIGRACIÓN Y DESARROLLO SON DOS REALIDADES ENTRELAZADASO CARDEAL RODRÍGUEZ MARADIAGA LEMBRA QUE MIGRACIÓN E DESENVOLVEMENTO SON DÚAS REALIDADES ENTRELAZADAS
En un mensaje dirigido al Foro Global sobre Migración y Desarrollo, que se celebra en Estocolmo, el presidente de Caritas Internationalis, cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga, asegura que «la migración y el desarrollo son dos importantes realidades entrelazadas, cuya influencia mutua es un factor indiscutible” y que «el desarrollo no se puede reducir a un mero crecimiento económico, que a menudo se consigue sin pensar a los pobres y vulnerables».
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Representantes de las Cáritas de Senegal, Líbano, Holanda, Noruega, Suecia y de Cáritas Europa participan en la reunión.
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Este es el texto íntegro del mensaje del cardenal Maradiaga:
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«La migración por el desarrollo»
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“La migración y el desarrollo son dos importantes realidades entrelazadas, cuya influencia mutua es un factor indiscutible. El desarrollo no se puede reducir a un mero crecimiento económico, que a menudo se consigue sin pensar a los pobres y vulnerables. Sin embargo, un mundo mejor será posible solo con atención especial a la dignidad humana; si la promoción humana es integral, teniendo en cuenta todas las dimensiones de la persona, incluyendo la espiritual; sin olvidar a nadie como, por ejemplo, a los pobres, los enfermos, los presos, los necesitados y los extranjeros (cf. Mt 25:31-46); si nos demostramos capaces de dejar a nuestras espaldas una cultura del usar y tirar, y abrazamos otra del encuentro y la aceptación.
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Con ocasión del Día Internacional del Migrante y el Refugiado 2014, el Papa Francisco evidenció que “los emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad” (Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor, 2013).“Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más”. Hoy en día, más de 230 millones de personas emigran de un país a otro o se desplazan dentro de sus propios países y zonas geográficas. Estos números indican el mayor desplazamiento de población de toda la historia. La Iglesia acompaña a los migrantes y refugiados en su viaje, buscando comprender las causas de la emigración. Así mismo, trabaja para mitigar sus efectos negativos y reforzar su influencia positiva en las comunidades de origen, tránsito y destinación.
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La realidad de la migración debe ser enfocada y abordada de una manera nueva, equitativa y eficaz. Más que nada, este asunto exige la cooperación internacional y un espíritu de profunda solidaridad y compasión, que son principios esenciales para diseñar la agenda internacional del desarrollo post-2105. Es fundamental la cooperación a los diferentes niveles para incluir la adopción de políticas y leyes cuyo objetivo sea la protección y promoción de la persona humana.
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El Papa Benedicto XVI esbozó los parámetros de dichas políticas, declarando que “esta política hay que desarrollarla partiendo de una estrecha colaboración entre los países de procedencia y de destino de los emigrantes; ha de ir acompañada de adecuadas normativas internacionales capaces de armonizar los diversos ordenamientos legislativos, con vistas a salvaguardar las exigencias y los derechos de las personas y de las familias emigrantes, así como las de las sociedades de destino”. (Caritas in veritate, 62)
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Conseguir que las iniciativas de migración faciliten el desarrollo exige que los países se ayuden entre ellos, en un espíritu de voluntad y confianza. Dicha cooperación empieza con los esfuerzos de cada país por crear mejores condiciones económicas y sociales en el propio país, de manera que la emigración no sea la única alternativa posible para aquellos que buscan paz, justicia, seguridad y el pleno respeto de su dignidad humana. La creación de oportunidades de empleo en las economías locales evitará también la separación de las familias y asegurará que individuos y grupos puedan disfrutar de condiciones de estabilidad y serenidad. Así mismo, implica que los migrantes y las diásporas sean actores reconocidos del desarrollo.
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Por último, al considerar la situación de los migrantes y los refugiados, nos unimos al Papa Francisco en su exhortación a eliminar prejuicios y presuposiciones al enfocar la migración: “En esto se necesita por parte de todos un cambio de actitud hacia los inmigrantes y los refugiados, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación –que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo”– a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor”. Nosotros mismos tenemos que ver, y luego ayudar a que los demás lo vean, que los migrantes y refugiados no son un problema que hay que resolver, sino hermanos y hermanas con esperanzas, sueños, aspiraciones, destrezas y talentos. Deberían ser bienvenidos, respetados y amados. Ellos son una ocasión que nos brinda la Providencia para ayudarnos construir un mundo más abierto, justo y fraterno.
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«Hay que creer que somos una familia humana y que cada miembro debería tener la oportunidad de vivir y desplazarse a otro país y ser respetado”
Nunha mensaxe dirixida ao Foro Global sobre Migración e Desenvolvemento, que se celebra en Estocolmo, o presidente de Caritas Internationalis, cardeal Óscar Rodríguez Maradiaga, asegura que «a migración e o desenvolvemento son dúas importantes realidades entrelazadas, cuxa influencia mutua é un factor indiscutible» e que «o desenvolvemento non se pode reducir a un mero crecemento económico, que a miúdo se consegue sen pensar aos pobres e vulnerables».
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Representantes das Cáritas de Senegal, Líbano, Holanda, Noruega, Suecia e de Cáritas Europa participan na reunión.
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Este é o texto íntegro da mensaxe do cardeal Maradiaga:
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«A migración polo desenvolvemento»
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«A migración e o desenvolvemento son dúas importantes realidades entrelazadas, cuxa influencia mutua é un factor indiscutible. O desenvolvemento non se pode reducir a un mero crecemento económico, que a miúdo se consegue sen pensar aos pobres e vulnerables. Con todo, un mundo mellor será posible só con atención especial á dignidade humana; se a promoción humana é integral, tendo en conta todas as dimensións da persoa, incluíndo a espiritual; sen esquecer a ninguén como, por exemplo, aos pobres, os enfermos, os presos, os necesitados e os estranxeiros (cf. Mt 25:31-46); se nos demostramos capaces de deixar ás nosas costas unha cultura do usar e tirar, e abrazamos outra do encontro e a aceptación.
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Con ocasión do Día Internacional do Migrante e o Refuxiado 2014, o Papa Francisco evidenciou que «os emigrantes e refuxiados non son peóns sobre o taboleiro da humanidade» (Emigrantes e refuxiados: cara a un mundo mellor, 2013).»Trátase de nenos, mulleres e homes que abandonan ou son obrigados a abandonar as súas casas por moitas razóns, que comparten o mesmo desexo lexítimo de coñecer, de ter, pero sobre todo de ser «algo máis». Hoxe en día, máis de 230 millóns de persoas emigran dun país a outro ou se desprazan dentro dos seus propios países e zonas xeográficas. Estes números indican o maior desprazamento de poboación de toda a historia. A Igrexa acompaña aos migrantes e refuxiados na súa viaxe, buscando comprender as causas da emigración. Así mesmo, traballa para mitigar os seus efectos negativos e reforzar a súa influencia positiva nas comunidades de orixe, tránsito e destino.
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A realidade da migración debe ser enfocada e abordada dunha maneira nova, equitativa e eficaz. Máis que nada, este asunto esixe a cooperación internacional e un espírito de profunda solidariedade e compaixón, que son principios esenciais para deseñar a axenda internacional do desenvolvemento post-2105. É fundamental a cooperación aos diferentes niveis para incluír a adopción de políticas e leis cuxo obxectivo sexa a protección e promoción da persoa humana.
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O Papa Benedito XVI esbozou os parámetros de dicha políticas, declarando que ?esta política hai que desenvolvela partindo dunha estreita colaboración entre os países de procedencia e de destino dos emigrantes; ha de ir acompañada de adecuadas normativas internacionais capaces de harmonizar os diversos ordenamentos lexislativos, con vistas a salvagardar as esixencias e os dereitos das persoas e das familias emigrantes, así como as das sociedades de destino». (Caritas in veritate, 62)
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Conseguir que as iniciativas de migración faciliten o desenvolvemento esixe que os países se axuden entre eles, nun espírito de vontade e confianza. Dita cooperación empeza cos esforzos de cada país por crear mellores condicións económicas e sociais no propio país, de maneira que a emigración non sexa a única alternativa posible para aqueles que buscan paz, xustiza, seguridade e o pleno respecto da súa dignidade humana. A creación de oportunidades de emprego nas economías locais evitará tamén a separación das familias e asegurará que individuos e grupos poidan gozar de condicións de estabilidade e serenidade. Así mesmo, implica que os migrantes e as diásporas sexan actores recoñecidos do desenvolvemento.
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Por último, ao considerar a situación dos migrantes e os refuxiados, unímonos ao Papa Francisco na súa exhortación a eliminar prexuízos e presuposiciones ao enfocar a migración: «Nisto necesítase por parte de todos un cambio de actitude cara aos inmigrantes e os refuxiados, o paso dunha actitude defensiva e recelosa, de desinterese ou de marxinación – que, ao final, corresponde á «cultura do rexeitamento»- a unha actitude que poña como fundamento a «cultura do encontró», a única capaz de construír un mundo máis xusto e fraterno, un mundo mellor». Nós mesmos temos que ver, e logo axudar a que os demais o vexan, que os migrantes e refuxiados non son un problema que hai que resolver, senón irmáns e irmás con esperanzas, soños, aspiracións, destrezas e talentos. Deberían ser benvidos, respectados e amados. Eles son unha ocasión que nos brinda a Providencia para axudarnos a construír un mundo máis aberto, xusto e fraterno.
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Hai que crer que somos unha familia humana e que cada membro debería ter a oportunidade de vivir e desprazarse a outro país e ser respectado»