La encíclica «Laudato si»[:gl]A encíclica «Laudato si»
De su exhortación pastoral Evangelii Gaudium se puede colegir ya que al papa Francisco le preocupa la creación y que en esta preocupación no se trata del “sol, la luna y las estrellas”, sino de “nuestra oprimida y devastada tierra”, como aparece expresamente en su encíclica Laudato si’. Si durante siglos los cristianos han apelado a las palabras bíblicas, manipuladas en la larga historia del pensamiento europeo, de “someted la tierra”, el Papa toma distancia respecto a un extremo antropocentrismo. “La armonía entre el Creador, la humanidad y todo lo creado fue destruida por haber pretendido ocupar el lugar de Dios, negándonos a reconocernos como criaturas limitadas. Este hecho desnaturalizó también el mandato de ‘dominar’ la tierra (cf. Gn 1,28) y de ‘labrarla y cuidarla’ (cf. Gn 2,15). Como resultado, la relación originariamente armoniosa entre el ser humano y la naturaleza se transformó en un conflicto (cf. Gn 3,17-19)”. El Papa se inclina hacia la parte de aquellos que entienden el cristianismo como la toma de responsabilidad por la vida y por la conservación de la creación. “La forma correcta de interpretar el concepto del ser humano como ‘señor’ del universo consiste en entenderlo como administrador responsable”.rnrnTras las huellas de San Francisco de Asís y de su programa de la hermandad de todo lo viviente, se muestra como cabal conocedor de los complejos contextos, que determinan las catástrofes ecológicas y que exigen urgentemente soluciones. Como amante del diálogo interdisciplinar con las ciencias de la naturaleza, conjuga de forma sublime y dinámica competencias místicas y políticas. Asume la actitud de las grandes figuras bíblicas hasta Jesús cuya teología llevaba una notable carga de pasión.rnrnSi examinamos la teología convencional, encontramos con harta frecuencia que la podemos definir como un hablar sobre Dios de espaldas al mundo que no sea humano. El inabarcable mundo de lo vivo, el mundo de las plantas y de los animales apenas entra en cuestiones como, ¿en qué Dios quiero creer? ¿Cómo me entiendo yo como hombre? ¿Cómo quiero vivir? En esta tradición el entorno natural se considera en el mejor de los casos como un hermoso escenario, pero también como la fuente de recursos de las naciones industrializadas. Con ello el occidente cristiano es responsable del trato sin escrúpulos de los tres mundos: el mundo del entorno natural actual, el mundo del futuro y el denominado tercer mundo.rnrnEl papa Francisco lee los textos bíblicos como testimonios de una teología caracterizada por el “más-que-el-mundo-humano”. Las abundantes narraciones desde el arca de Noé hasta la predicación de Jesús no son comprensibles sin tener en cuenta el entorno natural, las plantas y los animales: ¡la naturaleza es el lugar primigenio de la experiencia de Dios! En consecuencia, la conmiseración abarca a toda la creación.rnrnEn este contexto, en la encíclica se dejan oír palabras inéditas como: “El santo franciscano nos enseña que toda criatura lleva en sí una estructura propiamente trinitaria, tan real que podría ser espontáneamente contemplada si la mirada del ser humano no fuera limitada, oscura y frágil. Así nos indica el desafío de tratar de leer la realidad en clave trinitaria”, y: “María, la madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con afecto y dolor materno este mundo herido. Así como lloró con el corazón traspasado la muerte de Jesús, ahora se compadece del sufrimiento de los pobres crucificados y de las criaturas de este mundo arrasadas por el poder humano. Ella vive con Jesús completamente transfigurada, y todas las criaturas cantan su belleza”.rnrnEn el trato sin escrúpulos que la industria practica con el entorno natural, con los animales y con las plantas se observa que este trato no conduce a una visión romántica de las criaturas, sino que ocasiona radicales consecuencias al hombre en su búsqueda de Dios. El Papa no se presenta como experto del cambio climático. Comprende que su encíclica hay que situarla simultáneamente como novedad y dentro de una larga tradición. Ya Pablo VI en 1971 denunciaba la despiadada expoliación de la naturaleza: “Debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, [el ser humano] corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación”. Para asombro de muchos, cuarenta años después en su discurso ante el parlamento alemán Benedicto XVI habló de la “dignidad de la tierra”: “Donde nosotros mismos somos las últimas instancias, donde el conjunto es simplemente una propiedad nuestra y el consumo es sólo para nosotros mismos. El derroche de la creación comienza donde no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que sólo nos vemos a nosotros mismos”.rnrnEl objetivo de esta encíclica es el cambio de la visión del mundo y del estilo de vida. No concede a sus palabras el más mínimo optimismo, teniendo a la vista la degradación ecológica y la pasividad de una política propia del capitalismo en el que “la economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental”.rnrnPese a todo el papa Francisco nos habla desde la actitud de la esperanza, y dirigiéndose especialmente a los cristianos, escribe: “No todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan. Son capaces de mirarse a sí mismos con honestidad, de sacar a la luz su propio hastío y de iniciar caminos nuevos hacia la verdadera libertad. No hay sistemas que anulen por completo la apertura al bien, a la verdad y a la belleza, ni la capacidad de reacción que Dios sigue alentando desde lo profundo de los corazones humanos. A cada persona de este mundo le pido que no olvide esa dignidad suya que nadie tiene derecho a quitarle”.rnrn+ Julián Barrio Barriornrn Arzobispo de Santiago de Compostelarnrn rnrn (Publicado en El Correo Gallego)[:gl] rn
Da súa exhortación pastoral Evangelii Gaudium pódese colegir xa que ao papa Francisco preocúpalle a creación e que nesta preocupación non se trata do “sol, a lúa e as estrelas”, senón de “nosa oprimida e devastada terra”, como aparece expresamente no seu encíclica Laudato se”. Se durante séculos os cristiáns apelaron ás palabras bíblicas, manipuladas na longa historia do pensamento europeo, de “sometede a terra”, o Papa toma distancia respecto dun extremo antropocentrismo. “A harmonía entre o Creador, a humanidade e todo o creado foi destruída por pretender ocupar o lugar de Deus, negándonos a recoñecernos como criaturas limitadas. Este feito desnaturalizó tamén o mandato de “dominar” a terra (cf. Gn 1,28) e de “labrala e coidala” (cf. Gn 2,15). Como resultado, a relación orixinariamente armoniosa entre o ser humano e a natureza transformouse nun conflito (cf. Gn 3,17-19)”. O Papa inclínase cara á parte daqueles que entenden o cristianismo como a toma de responsabilidade pola vida e pola conservación da creación. “A forma correcta de interpretar o concepto do ser humano como “señor” do universo consiste en entendelo como administrador responsable”.
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Tras as pegadas de San Francisco de Asís e do seu programa da irmandade de todo o vivente, móstrase como cabal coñecedor dos complexos contextos, que determinan as catástrofes ecolóxicas e que esixen urxentemente solucións. Como amante do diálogo interdisciplinar coas ciencias da natureza, conxuga de forma sublime e dinámica competencias místicas e políticas. Asume a actitude das grandes figuras bíblicas até Jesús cuxa teoloxía levaba unha notable carga de paixón.
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Se examinamos a teoloxía convencional, atopamos con farta frecuencia que a podemos definir como un falar sobre Deus de costas ao mundo que non sexa humano. O inabarcable mundo do vivo, o mundo das plantas e dos animais apenas entra en cuestións como, en que Deus quero crer” Como me entendo eu como home? Como quero vivir? Nesta tradición a contorna natural considérase no mellor dos casos como un fermoso escenario, pero tamén como a fonte de recursos das nacións industrializadas. Con iso o occidente cristián é responsable do trato sen escrúpulos do tres mundos: o mundo da contorna natural actual, o mundo do futuro e o denominado terceiro mundo.
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O papa Francisco le os textos bíblicos como testemuños dunha teoloxía caracterizada polo “máis-que-o-mundo-humano”. As abundantes narracións desde a arca de Noé até a predicación de Jesús non son comprensibles sen ter en conta a contorna natural, as plantas e os animais: a natureza é o lugar primigenio da experiencia de Deus! En consecuencia, a conmiseración abarca a toda a creación.
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Neste contexto, na encíclica déixanse ouvir palabras inéditas como: “O santo franciscano ensínanos que toda criatura leva en si unha estrutura propiamente trinitaria, tan real que podería ser espontaneamente contemplada se a mirada do ser humano non fose limitada, escura e fráxil. Así nos indica o desafío de tratar de ler a realidade en clave trinitaria”, e: “María, a nai que coidou a Jesús, agora coida con afecto e dor materna este mundo ferido. Así como chorou co corazón traspasado a morte de Jesús, agora se compadece do sufrimento dos pobres crucificados e das criaturas deste mundo arrasadas polo poder humano. Ela vive con Jesús completamente transfigurada, e todas as criaturas cantan a súa beleza”.
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No trato sen escrúpulos que a industria practica coa contorna natural, cos animais e coas plantas obsérvase que este trato non conduce a unha visión romántica das criaturas, senón que ocasiona radicais consecuencias ao home na súa procura de Deus. O Papa non se presenta como experto do cambio climático. Comprende que o seu encíclica hai que situala simultaneamente como novidade e dentro dunha longa tradición. Xa Pablo VIN en 1971 denunciaba a desapiadada expoliación da natureza: “Debido a unha explotación inconsiderada da natureza, [o ser humano] corre o risco de destruíla e de ser á súa vez vítima desta degradación”. Para asombro de moitos, corenta anos despois no seu discurso ante o parlamento alemán Benedito XVI falou da ?dignidade da terra”: “Onde nós mesmos somos as últimas instancias, onde o conxunto é simplemente unha propiedade nosa e o consumo é só para nós mesmos. O malgaste da creación comeza onde non recoñecemos xa ningunha instancia por encima de nós, senón que só nos vemos a nós mesmos”.
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O obxectivo desta encíclica é o cambio da visión do mundo e do estilo de vida. Non concede ás súas palabras o máis mínimo optimismo, tendo á vista a degradación ecolóxica e a pasividade dunha política propia do capitalismo no que “a economía asume todo desenvolvemento tecnolóxico en función do rédito, sen prestar atención a eventuais consecuencias negativas para o ser humano. As finanzas afogan á economía real. Non se aprenderon as leccións da crise financeira mundial e con moita lentitude apréndense as leccións da deterioración ambiental”.
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A pesar de todo o papa Francisco fálanos desde a actitude da esperanza, e dirixíndose especialmente aos cristiáns, escribe: “Non todo está perdido, porque os seres humanos, capaces de degradarse até o extremo, tamén poden sobreporse, volver optar polo ben e rexenerarse, máis aló de todos os condicionamentos mentais e sociais que lles impoñan. Son capaces de mirarse a si mesmos con honestidade, de sacar á luz o seu propio hastío e de iniciar camiños novos cara á verdadeira liberdade. Non hai sistemas que anulen por completo a apertura ao ben, á verdade e á beleza, nin a capacidade de reacción que Deus segue alentando desde o profundo dos corazóns humanos. A cada persoa deste mundo pídolle que non esqueza esa dignidade súa que ninguén ten dereito a quitarlle”.
rn rnrn+ Julián Barrio Barriornrn Arcebispo de Santiago de Compostelarnrn rnrn (Publicado en El Correo Gallego)rnrn rnrn