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25 Ene

Isabel Fraga: «Necesitaba un proyecto social para sentirme bien conmigo misma”

Irene Martín

Santiago/La Voz

Arroupa es una empresa de inserción social puesta en marcha a finales de 2015 por Cáritas Diocesana de Santiago, cuya actividad es la recogida solidaria de ropa para revenderla como prendas de segunda mano, al precio de 4-5 euros de promedio. Una experiencia «exitosa» a tenor de los resultados logrados en solo cinco años. «Tenemos una nave de 1.200 metros cuadrados en el Tambre y cuatro tiendas, en Santiago, Pontevedra, A Coruña y Arteixo. Somos veintiséis personas trabajando, cuatro de estructura, y veintidós contratos de inserción. Nuestra facturación supera el medio millón de euros, aunque hemos cerrado el año pandémico con un 30% de caída de las ventas; en línea con el sector del comercio minorista, que sufrió descensos de hasta el 50%», tal como indica Isabel Fraga Castro (Lugo, 1969), gerenta de Arroupa y responsable de su arranque. De hecho, el 2020 fue el primer año que cerraron el ejercicio con pérdidas, «muy reducidas», precisa.

La industria textil es la segunda más contaminante del mundo. «Así que en Arroupa apostamos por la prevención, procurando sensibilizar a la hora de hacer un consumo responsable. Reciclamos aquellas fibras que pueden tener una segunda vida de la ropa que no podemos reutilizar. Y el resto de prendas ahora van al vertedero, si bien es cierto que estamos hablando con la Xunta para evitar esta última opción», según explica Isabel Fraga, que también recuerda la directiva europea en materia de gestión de residuos que considera el textil un residuo doméstico, de ahí que los ayuntamientos se verán obligados a incorporar el correspondiente contenedor específico para separarlo. En cuanto a la recogida de ropa en el área de la archidiócesis, básicamente provincia de A Coruña y mitad norte de la provincia de Pontevedra, pasaron de 600 toneladas a 1.200, queriendo llegar a las 1.500 en el año 2021. «Aumentaremos la flota de contenedores en la vía pública, yendo a los ayuntamientos donde no tenemos ninguno. Ahora hay 215, de los que la mayor parte -55 – están en Santiago», señala la gerenta empresarial, al tiempo que destaca la cantidad de ropa que se recoge, «por encima» de las expectativas iniciales.

Una empresa de inserción social es aquella que emplea a personas en riesgo de exclusión, una condición que otorgan los Servicios Sociales de cada Concello y el servicio de Inclusión de la Xunta de Galicia. «Pero el gran objetivo de estas empresas sin ánimo de lucro es que, después de tres años de contrato como máximo, esta gente pueda incorporarse a cualquier empresa ordinaria. De Arroupa salieron quince personas que se recolocaron. Ese es nuestro orgullo, y eso que la pandemia nos frenó», subraya con satisfacción Isabel Fraga. Al margen de la tarea concreta, estas personas con contrato de inserción, cuyo 60% financia la Xunta, reciben en la propia empresa formación en habilidades laborales, sociales y personales: «Incluso, en algunos casos, tenemos que gestionarles el salario que cobran». Mujeres maltratadas, antiguos reclusos, personas sin hogar y en deshabituación de sustancias tóxicas, inmigrantes y minorías étnicas o personas con diversidad funcional definen el perfil general de este tipo de trabajadores. «No siempre tienes éxito, se producen recaídas, pero cada salida adelante se celebra mucho», advierte.

Licenciada en Económicas y Empresariales por la USC, Isabel Fraga venía de trabajar en centros especiales de empleo y en la empresa privada. «Necesitaba un proyecto social para sentirme bien conmigo misma. Y aquí estoy encantada de la vida. Es un proyecto que puede seguir creciendo creando nuevas empresas de inserción en otros sectores de actividad», según concluye esta mujer ilusionada con su trabajo.