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19 May

MENSAJE DE LA COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIALANTE LA FESTIVIDAD DEL CORPUS CHRISTI, DÍA DE LA CARIDADMENSAXE DA COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL SOCIAL ANTE A FESTIVIDADE DO CORPUS CHRISTI, DÍA DA CARIDADE

“La Eucaristía, antídoto frente a la indiferencia”

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ConferenciaAntes la Festividad del Corpus Christi, Día de la Cáridad, que se celebra el día 7 de junio, la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española, ha hecho público el siguiente mensaje que reproducimos en nuestra página:

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“El papa Francisco ha denunciado con frecuencia la indiferencia como uno de los grandes males de nuestro tiempo. El olvido de Dios y de los hermanos está alcanzando dimensiones tan hondas en la convivencia social que podemos hablar de una “globalización de la indiferencia”.

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Ante esta dolorosa realidad, los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social os invitamos a contemplar, celebrar y adorar a Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía como el medio más eficaz para vencer y superar la indiferencia. La Eucaristía tiene el poder de trasformar el corazón de los creyentes, haciendo así posible el paso de la “globalización de la indiferencia” a la “globalización de la caridad”, impulsándonos a la vivencia de la comunión fraterna y del servicio a nuestros semejantes.

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1. La Eucaristía, sacramento de comunión con Dios y los hermanos: «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1Cor 12,26)

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El apóstol Pablo les decía a los cristianos de Corinto que la recepción del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene el poder de establecer una comunión tan fuerte entre quienes creen en Él que aleja del corazón humano la indiferencia y la división: «El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión del cuerpo de Cristo? Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan» (1Cor 10,16-17).

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Esta comunión eucarística, que nos transforma en Cristo y nos permite crecer como miembros de su cuerpo, nos libera también de nuestros egoísmos y de la búsqueda de los propios intereses. Al entrar en comunión con los sentimientos de Cristo, muerto y resucitado por nuestra salvación, se nos abre la mente y se ensancha el corazón para que quepan en él todos los hermanos, especialmente los necesitados y marginados. «Quien reconoce a Jesús en la Hostia santa, lo reconoce en el hermano que sufre, que tiene hambre y sed, que es extranjero, que está desnudo, enfermo o en la cárcel; y está atento a cada persona, se compromete, de forma concreta, en favor de todos aquellos que padecen necesidad».[1][2]

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«Nuestra participación en el cuerpo y la sangre de Cristo sólo tiende a convertirnos en aquello que recibimos» (San León Magno)[2][3]: cuerpo de Cristo entregado y sangre derramada para la vida del mundo. Desde la comunión con Cristo llegamos a ser siervos de Dios y de los hombres. De este modo, la Eucaristía constituye, en palabras de Benedicto XVI, «una especie de antídoto»[3][4] frente al individualismo y la indiferencia, y nos impulsa a lavar los pies a los hermanos.[4][5]

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2. La Eucaristía, sacramento que nos compromete con los hermanos: «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9).

\r\nff40666c[1]De la Eucaristía derivan el sentido profundo de nuestro servicio y la responsabilidad en la construcción de una Iglesia fraterna y esperanzada, así como de una sociedad solidaria y justa. Esta sociedad no se construye ni se impone desde fuera, sino a partir del sentido de responsabilidad de los unos hacia los otros. Como miembros del Cuerpo de Cristo descubrimos que el gesto de compartir y la vivencia del amor es el camino más adecuado para superar la indiferencia y globalizar la solidaridad.\r\n

En este mismo sentido, la campaña de Cáritas nos plantea este año una pregunta muy directa y concreta: «¿Qué haces con tu hermano?».[5][6] A esta pregunta, no podemos responder como Caín: «¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9). Hoy y siempre estamos llamados a preguntarnos dónde está el hermano que sufre y necesita nuestra presencia cercana y nuestra ayuda solidaria.

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La solidaridad, como nos recuerda el papa Francisco, es «más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad (…), es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra, la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales».[6][7]

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Ante esa multitud de hermanos que sufren, debemos mostrar nuestra especial cercanía y afecto hacia quienes claman y esperan de nosotros una mayor solidaridad. No podemos ser indiferentes:

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  •  Ante la muerte violenta de miles de cristianos, en distintos países de la tierra, por el simple hecho de mostrar el amor de Dios a sus hermanos y por confesar a Jesucristo como único salvador de los hombres.
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  • Ante la situación de tantos cristianos y no cristianos que, a pesar de la corrupción y de las dificultades de la vida diaria, actúan con honestidad, trabajan por la justicia y se esfuerzan por atender a las necesidades más inmediatas de los empobrecidos. Hemos de colaborar en la promoción de su desarrollo integral y en la transformación de las estructuras sociales injustas.[7][8]
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  • No podemos ser indiferentes ante los millones de hermanos nuestros que siguen sin acceso al trabajo, tienen puestos de trabajo que no les permiten vivir con dignidad y se ven abocados a la emigración. Pensamos de manera especial en los jóvenes, en los parados de larga duración, en los mayores de 50 años a los que se les cierra el acceso a un puesto de trabajo y en las mujeres víctimas de discriminación laboral y salarial.[8][9]
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  • Tampoco podemos pasar por alto a los que no tienen vivienda o se ven privados de ella por los desahucios. Ésta es otra de las muchas heridas sociales que acentúa la precariedad y la desesperación de miles de personas y familias.
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  • Nos duele y nos debe seguir doliendo la pobreza y el hambre en el mundo, sobre todo cuando la humanidad dispone de los medios y recursos necesarios para acabar con ella, como nos recuerda Cáritas Internationalis en la campaña “Una sola familia. Alimentos para todos”.
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  • No queremos acostumbrarnos a las historias de sufrimiento y de muerte que se repiten en nuestras fronteras. A las de los miles de hombres y mujeres que huyen de las guerras, del hambre y la pobreza y no ven respetados sus derechos ni encuentran en el camino políticas migratorias que respeten su dignidad y su legítima búsqueda de mejores condiciones de vida.[9][10]
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  • Particular preocupación deben suscitar entre nosotros los miles de personas que en nuestra propia tierra son objeto de trata, así como las que se ven abocadas a situaciones de prostitución, en su mayoría mujeres, y que constituyen la nueva esclavitud del s. XXI.[10][11]
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3. Transformados en Cristo, globalicemos la misericordia

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Ante los planteamientos culturales y sociales del momento presente, que generan tanta marginación y sufrimiento, estamos llamados a dejarnos afectar por la realidad y por la situación social que sufren nuestros hermanos más débiles y necesitados. Es urgente romper el círculo que nos aísla llevándonos a un individualismo que hace difícil el desarrollo del amor y la misericordia en nuestro corazón. Como nos recuerda Jesucristo, la salvación y la realización personal y comunitaria pasan por el riesgo de la entrega: «El que quiera ganar su vida la perderá y el que esté dispuesto a perderla la ganará» (Mc 8,35).

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La clave para salir de la indiferencia está en entregarse a los demás como lo hace Jesús. Él sigue partiendo su Cuerpo y derramando su Sangre en la Eucaristía para que nadie pase hambre ni tenga sed. Por eso, mientras veneramos y adoramos solemnemente en nuestros templos, plazas y calles a Jesús Eucaristía en la fiesta del Corpus Christi, le decimos:

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 Gracias, Señor, por este don admirable,

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sacramento de tu presencia viva entre nosotros

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y de comunión con Dios y los hermanos.

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No permitas que nos dejemos vencer por la indiferencia.

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Que nadie tenga la tentación de estar contigo,

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de amarte y de servirte,

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sin estar con los pobres,

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amar a los que sufren

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y servir a los necesitados.

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Que nuestra contemplación, adoración

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y participación en el misterio de la Eucaristía

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nos identifique contigo,

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nos ayude a superar la indiferencia

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y a globalizar tu amor y tu misericordia”

“A Eucaristía, antídoto fronte á  indiferenza”

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ConferenciaAnte a Festividade do Corpus Christi, Día  da Cáridade, que se celebra o día 7 de xuño, a Comisión Episcopal de Pastoral Social da  Conferencia Episcopal Española, fixo público a seguinte mensaxe que reproducimos na nosa páxina:

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«O papa Francisco denunciou con frecuencia a indiferenza como un dos grandes males do noso tempo. O esquecemento de Deus e dos irmáns está a alcanzar dimensións tan fondas na convivencia social que podemos falar dunha «globalización da indiferencia».

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Ante esta dolorosa realidade, os bispos da Comisión Episcopal de Pastoral Social convidámosvos a contemplar, celebrar e adorar a Xesucristo no sacramento da Eucaristía como o medio máis eficaz para vencer e superar a indiferencia. A Eucaristía ten o poder de transformar o corazón dos crentes, facendo así posible o paso da «globalización da indiferenza» á «globalización da caridade», impulsándonos á vivencia da comuñón fraterna e do servizo aos nosos semellantes.

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1. A Eucaristía, sacramento de comuñón con Deus e os irmáns: «Se un membro sofre, todos sofren con el» (1Cor 12,26)

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O apóstolo Pablo dicíalles aos cristiáns de Corinto que a recepción do Corpo e o Sangue de Cristo ten o poder de establecer unha comuñón tan forte entre quen cren nel que afasta do corazón humano a indiferencia e a división: «O cáliz de bendición que bendicimos, non é comuñón co sangue de Cristo» E o pan que partimos, non é comuñón do corpo de Cristo» Porque o pan é un, nós, sendo moitos, formamos un só corpo, pois todos comemos do mesmo pan» (1Cor 10,16-17).

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Esta comuñón eucarística, que nos transforma en Cristo e permítenos crecer como membros do seu corpo, libéranos tamén dos nosos egoísmos e da procura dos propios intereses. Ao entrar en comuñón cos sentimentos de Cristo, morto e resucitado pola nosa salvación, ábresenos a mente e ensánchase o corazón para que caiban nel todos os irmáns, especialmente os necesitados e marxinados. «Quen recoñece a Xesús na Hostia santa, recoñéceo no irmán que sofre, que ten fame e sede, que é estranxeiro, que está espido, enfermo ou no cárcere; e está atento a cada persoa, comprométese, de forma concreta, en favor de todos aqueles que padecen necesidade». [2]

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«Nosa participación no corpo e o sangue de Cristo só tende a converternos naquilo que recibimos» (San León Magno) [3]: corpo de Cristo entregado e sangue derramado para a vida do mundo. Desde a comuñón con Cristo chegamos a ser servos de Deus e dos homes. Deste xeito, a Eucaristía constitúe, en palabras de Benedito XVI, «unha especie de antídoto» [4] fronte ao individualismo e a indiferenza, e impúlsanos a lavar os pés aos irmáns. [5]

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 2. A Eucaristía, sacramento que nos compromete cos irmáns: «¿Onde está o teu irmán?» (Gn 4,9).

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ff40666c[1]Da Eucaristía derivan o sentido profundo do noso servizo e a responsabilidade  na construción dunha Igrexa fraterna e esperanzada, así como dunha sociedade solidaria e xusta. Esta sociedade  non se constrúe nin se impón desde fóra, senón a partir do sentido de responsabilidade dos uns cara aos outros. Como membros do Corpo de Cristo descubrimos que o xesto de compartir e a vivencia do amor é o camiño máis adecuado para superar a indiferencia e globalizar a solidariedade.

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Neste mesmo sentido,  a campaña de Cáritas exponnos este ano unha pregunta moi directa e concreta: «¿Que fixcehes co teu irmán?». [6] A esta pregunta, non podemos responder como Caín: «¿Son eu seica o gardián do meu irmán?» (Gn 4,9).  Hoxe e sempre estamos chamados a preguntarnos onde está o irmán que sofre e necesita a nosa presencia próxima e a nosa axuda solidaria.

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 A solidariedade, como nos lembra o papa Francisco,  é «máis que algúns actos de xenerosidade esporádicos. É pensar e actuar en termos de comunidade  (…), é loitar contra as causas estruturais da pobreza, a desigualdade, a falta de traballo, a terra, a vivenda, a negación dos dereitos sociais e laborais». [7]

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Ante esa multitude de irmáns que sofren, debemos mostrar nosa especial proximidade e afecto cara quen claman e espera de nós unha maior solidariedade. Non podemos ser indiferentes:

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  • Ante a morte violenta de miles de cristiáns, en distintos países da terra, polo simple feito de mostrar o amor de Deus aos seus irmáns e por confesar a Xesucristo como único salvador dos homes.
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  • Ante a situación de tantos cristiáns e non cristiáns que, a pesar da corrupción e das dificultades da vida diaria, actúan con honestidade, traballan pola xustiza e esfórzanse por atender ás necesidades máis inmediatas dos empobrecidos. Debemos colaborar na promoción do seu desenvolvemento integral e na transformación das estruturas sociais inxustas. [8]
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  • Non podemos ser indiferentes ante os millóns de irmáns nosos que seguen sen acceso ao traballo, teñen postos de traballo que non lles permiten vivir con dignidade e ven abocados á emigración. Pensamos de maneira especial nos mozos, nos parados de longa duración, nos maiores de 50 anos aos que se lles pecha o acceso a un posto de traballo e nas mulleres vítimas de discriminación laboral e salarial. [9]
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  • Tampouco podemos pasar por alto aos que non teñen vivenda ou ven privados dela polos desafiuzamentos. Esta é outra das moitas feridas sociais que acentúa a precariedade e a desesperación de miles de persoas e familias.
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  • Dóenos e débenos seguir doendo a pobreza e a fame no mundo, sobre todo cando a humanidade dispón dos medios e recursos necesarios para acabar con ela, como nos lembra Cáritas Internationalis na campaña «Unha soa familia. Alimentos para todos».
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  • Non queremos afacernos ás historias de sufrimento e de morte que se repiten nas nosas fronteiras. Ás dos miles de homes e mulleres que foxen das guerras, da fame e a pobreza e non ven respectados os seus dereitos nin atopan no camiño políticas migratorias que respecten a súa dignidade e a súa lexítima procura de mellores condicións de vida. [10]
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  • Particular preocupación deben suscitar entre nós os miles de persoas que na nosa propia terra son obxecto de trata, así como as que ven abocadas a situacións de prostitución, na súa maioría mulleres, e que constitúen a nova escravitude do s. XXI. [11]
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3. Transformados en Cristo, globalicemos a misericordia

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Ante as formulacións culturais e sociais do momento presente, que xeran tanta marxinación e sufrimento, estamos chamados a deixarnos afectar pola realidade e pola situación social que sofren os nosos irmáns máis débiles e necesitados. É urxente romper o círculo que nos illa levándonos a un individualismo que fai difícil o desenvolvemento do amor e a misericordia no noso corazón. Como nos lembra Xesucristo, a salvación e a realización persoal e comunitaria pasan polo risco da entrega: «O que queira gañar a súa vida perderaa e o que estea disposto a perdela gañaraa» (Mc 8,35).

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A clave para saír da indiferencia está en entregarse aos demais como o fai Xesús. El segue partindo o seu Corpo e derramando o seu Sangue na Eucaristía para que ninguén pase fame nin teña sede. Por iso, mentres veneramos e adoramos solemnemente nos nosos templos, prazas e rúas a Xesús Eucaristía na festa do Corpus Christi, dicímoslle:

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 «Grazas, Señor, por este don admirable,

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       sacramento da túa presenza viva entre nós

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       e de comuñón con Deus e os irmáns.

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       Non permitas que nos deixemos vencer pola indiferenza.

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       Que ninguén teña a tentación de estar contigo,

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       de amarche e de servirche,

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       sen estar cos pobres,

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       amar aos que sofren

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       e servir aos necesitados.

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       Que a nosa contemplación, adoración

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       e participación no misterio da Eucaristía

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       identifíquenos contigo,

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       axúdenos a superar a indiferenza

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       e a globalizar o teu amor e o teu misericordia».