Noticia

12 Dic

LOS HEROES ANÓNIMOS DE LA CRISISOS HEROES ANÓNIMOS DA CRISE

\r\n

El periodista Javier Montilla en su habitual columna en el periódico digital  Diario  Siglo  XXI.com, ha esferito un  interesante artículo relacionado con los problemas derivados de la crisis que  azota con tanta fuerza, y el papel que desarrollan los voluntarios de Cáritas. Una información que por su interés  reproducimos en la página web:

\r\n

“Era una concurrida mañana de otoño avanzado, uno de esos días en que la humedad de la ciudad penetra insondablemente hasta los huesos y te deja tiritando. Después de sortear a las decenas de turistas que me asaltaban a preguntas preferí adentrarme por las calles del Barrio Gótico, acaso idealizando toparme con la Barcelona real, la que detesta el Matrix de diseño, la menos urbana, la nada trendy, la que sueña cada mañana con despertar y la que sin bambalinas de por medio aspira con llegar a fin de mes. Llego a una calle en la que despunta notablemente un restaurante de lujo con camareros asiáticos. Me detengo brevemente ante su impresionante entrada. Algunos de sus exclusivos clientes están a punto de sentarse a la mesa bajo una grandilocuente y luminosa bovedilla de cristal a punto de degustar platos de impronunciable nombre, que revisten su grandeza en la complicación de la pronunciación. Sin embargo, a pesar de lo que pudiera parecer, tan discutible belleza me deja indiferente.

\r\n

Y así, entre caminatas por las calles judías que aún contienen trazas de un tiempo de esplendor y de creatividad, entre edificios de piedra, ladrillo, adobe y madera, entre ilusiones que acababan siendo cómplices de los pasos que sonaban con fuerza por las calles empedradas, me topé con una multitud que, sin ellos saberlo, iba a cambiar por completo la fisionomía prenavideña de aquel sábado gélido. De repente, como si de alguna argucia del destino se tratase, aquella mañana me dibujó la ciudad que subyace tras esa fachada de diseño prominente, la que nos incomoda por su fiereza, la inexistente para muchos, la única para otros, la que se esconde detrás de luces de Navidad y de pistas de hielo, la que demuestra el fracaso colectivo como sociedad, la que lleva en su faz la tragedia, la que permite a otros reinventar su vida. Pero allí estaban. Colas de personas haciendo tiempo sentados en el suelo, algunos con carritos con múltiples objetos, caras devastadas por mañanas sin trabajo y sueños interrumpidos, madres con sus hijos esperando turno pausadamente en aquel comedor social esperando a ser atendidas. Mujeres de edad avanzada que, después de toda una vida trabajando y cotizando se mofaban con palabras entrecortadas del estado del bienestar, de los escándalos de la Familia Real mientras malviven con una mísera pensión y cuya única vía de escape para no vivir bajo el umbral de la pobreza es la caridad de la Iglesia Católica, Cáritas u otras entidades sociales.

\r\n

Miro a toda la gente que está en las colas intentando entrar, buscando su plato de comida caliente. Y me siento desconcertado. Uno solía pensar que esas gentes que duermen en los cajeros, que esperan en las Iglesias o en los comedores con sus carritos roídos y viejos, sentados en los bancos de los parques o en algún albergue eran los parias alcohólicos o toxicómanos, personas marginales e incapaces de integrarse en la sociedad. Pero no es así. Las estadísticas y sus miradas me rebaten estos dogmas de carácter popular. Algunos de los que allí estaban tienen estudios universitarios. Otros de ellos trabajaban, aunque sus empleos son precarios e inestables y necesitan acudir allí para poder pagar la hipoteca. Muchos de ellos acuden víctimas de una crisis que muchos pronosticaron y que la falta de enfoque ha agravado hasta niveles vergonzantes. Y los menos, mendigaban para obtener algún dinero. ¿Cómo han llegado entonces hasta ahí, hasta esa situación de abandono y soledad? ¿Cómo puede su subsistencia estar en manos del amor de los demás? Me seco las lágrimas e intento buscar respuestas. Necesito respuestas para entender lo inexplicable. Pero siento que no hay respuesta.

\r\n

Quiero creer, supongo que como todos, que yo de ningún modo podría ser uno de ellos. Pero, ¿estoy convencido de ello? ¿Cuál hubiera sido mi destino, si mi pareja no fuese el ser tan maravilloso que es, si mi familia no fuera tan extraordinaria, si alguien hubiera querido destruirme hasta verme en la miseria, si mis amigos no fuesen el regalo de la vida que son, si no hubiera tenido la suerte que he tenido? ¿Quién puede asegurarme que algún día no formaré parte de esos trescientos mil hogares sin ningún ingreso, una pobreza relativa del 20,8% y de esas 800.000 personas haciendo cola en los comedores sociales para poder subsistir?

\r\n

Pero entretanto, mientras sigo buscando respuestas, la vida sigue. La vida siempre sigue. Esa vida ciega y pertinaz que pese al desastre, consigue que cientos de voluntarios se dejen la piel para servir comida a tantas personas denostadas por la crisis. Ellos son los héroes anónimos de esta crisis. Quienes se han remangado para atender a los más débiles o resolver dramas de familias en paro de las cada vez más castigadas clases medias. Ellos, los héroes, los cerca de 70.000 voluntarios de Cáritas que trabajan gratis, como arquetipos de modernos samaritanos laicos. Ellos, jóvenes que desafían a los sempiternos mitos que la sociedad vierte sobre ellos. Ellos, los que creen que es necesario y vale la pena construir un mundo más justo. Ellos, que creen que se deben atender las necesidades de las personas que están en una situación más vulnerable. Ellos, que son el paradigma más fehaciente de que la solidaridad no radica en dar aquello que nos sobra sino en compartir lo que somos y lo que tenemos. Ellos, los que ponen su sonrisa ante la negatividad. Ellos que son el lado bueno de la crisis. Ellos son el fiel reflejo de la vida bella y solidaria. Ellos que nos enseñan cada día que ni en el peor de los momentos podemos perder la confianza en la fuerza imparable de la vida. Para ellos, mi homenaje.

\r\n

O xornalista Javier Montilla na súa habitual columna no xornal dixital Diario Século XXI.com, escribiu un interesante artigo relacionado cos problemas derivados da crise que azouta con tanta forza, e o papel que desenvolven os voluntarios de Cáritas. Unha información que polo seu interese reproducimos na páxina web:

\r\n

«Era unha concorrida mañá de outono avanzado, un deses días en que a humidade da cidade penetra insondablemente ata os ósos e te deixa tiritando. Despois de sortear ás decenas de turistas que me asaltaban a preguntas preferín internarme polas rúas do Barrio Gótico, acaso idealizando toparme coa Barcelona real, a que detesta o Matrix de deseño, a menos urbana, a nada “trendy”, a que soña cada mañá con espertar e a que sen bambolinas a medias aspira con chegar ao fin de mes. Chego a unha rúa na que despunta notablemente un restaurante de luxo con camareiros asiáticos. Detéñome brevemente ante a súa impresionante entrada. Algúns dos seus exclusivos clientes están a piques de sentar á mesa baixo unha grandilocuente e luminosa bovedilla de cristal a punto de degustar pratos de impronunciable nome, que revisten a súa grandeza na complicación da pronunciación. Non obstante, a pesar do que puidese parecer, tan discutible beleza déixame indiferente.

\r\n

E así, entre camiñadas polas rúas xudeas que aínda conteñen trazas dun tempo de esplendor e de creatividade, entre edificios de pedra, ladrillo, adobe e madeira, entre ilusións que acababan sendo cómplices dos pasos que soaban con forza polas rúas empedradas, topeime cunha multitude que, sen eles sabelo, ía cambiar por completo a fisionomía de prenadal daquel sábado xélido. De súpeto, coma se dalgunha argucia do destino se tratase, aquela mañá debuxoume a cidade que subxace tras esa fachada de deseño prominente, a que nos incomoda pola súa fereza, a inexistente para moitos, a única para outros, a que se esconde detrás de luces de Nadal e de pistas de xeo, a que demostra o fracaso colectivo como sociedade, a que leva na súa face a traxedia, a que permite a outros reinventar a súa vida. Pero alí estaban. Colas de persoas facendo o tempo sentados no chan, algúns con carriños con múltiples obxectos, caras devastadas por mañás sen traballo e soños interrompidos, nais cos seus fillos esperando quenda pausadamente naquel comedor social esperando a ser atendidas. Mulleres de idade avanzada que, despois de toda unha vida traballando e cotizando se mofaban con palabras entrecortadas do estado do benestar, dos escándalos da Familia Real mentres malviven cunha mísera pensión e a única vía da cal de escape para non vivir baixo o “umbral” da pobreza é a caridade da Igrexa Católica, Cáritas ou outras entidades sociais.

\r\n

Miro a toda a xente que está nas colas intentando entrar, buscando o seu prato de comida quente. E síntome desconcertado. Un adoitaba pensar que esas xentes que dormen nos caixeiros, que esperan nas Igrexas ou nos comedores cos seus carriños roídos e vellos, sentados nos bancos dos parques ou nalgún albergue eran os parias, alcohólicos ou toxicómanos, persoas marxinais incapaces de integrarse na sociedade. Pero non é así. As estatísticas e as súas miradas rebátenme estes dogmas de carácter popular. Algúns dos que alí estaban teñen estudos universitarios. Outros deles traballaban, aínda que os seus empregos son precarios e inestables e necesitan acudir alí para poder pagar a hipoteca. Moitos deles acoden vítimas dunha crise que moitos prognosticaron e que a falta de enfoque agravou ata niveis vergonzosos. E os menos, mendigaban para obter algún diñeiro. -Como chegaron entón ata aí, ata esa situación de abandono e soidade? -Como pode a súa subsistencia estar en mans do amor dos demais? Seco as bágoas e intento buscar respostas. Necesito respostas para entender o inexplicable. Pero sinto que non hai resposta.

\r\n

Quero crer, supoño que como todos, que eu de ningún modo podería ser un deles. Pero, -estou convencido diso? -Cál sería o meu destino, se a miña parella non fose o ser tan marabilloso que é, se a miña familia non fose tan extraordinaria, se alguén me quixese destruír ata me ver na miseria, se os meus amigos non fosen o regalo da vida que son, se non tivese a sorte que tiven? -Quen pode asegurarme que algún día non formarei parte deses trescentos mil fogares sen ningún ingreso, unha pobreza relativa do 20,8% e desas 800.000 persoas facendo cola nos comedores sociais para poder subsistir?

\r\n

Pero entrementres, mentres sigo buscando respostas, a vida segue. A vida sempre segue. Esa vida cega e pertinaz que malia o desastre, consegue que centos de voluntarios deixen a pel para servir comida a tantas persoas deostadas pola crise. Eles son os heroes anónimos desta crise. Os que se remangaron para atender aos máis débiles ou resolver dramas de familias en paro das cada vez máis castigadas clases medias. Eles, os heroes, os preto de 70.000 voluntarios de Cáritas que traballan gratis, como arquetipos de modernos samaritanos laicos. Eles, mozos que desafían os sempiternos mitos que a sociedade verte sobre eles. Eles, os que cren que é necesario e vale a pena construír un mundo máis xusto. Eles, que cren que se deben atender as necesidades das persoas que están nunha situación máis vulnerable. Eles, que son o paradigma máis fidedigno de que a solidariedade non radica en dar aquilo que nos sobra senón en compartir o que somos e o que temos. Eles, os que poñen o seu sorriso ante a negatividade. Eles que son o lado bo da crise. Eles son o fiel reflexo da vida bela e solidaria. Eles que nos ensinan cada día que nin no peor dos momentos podemos perder a confianza na forza imparable da vida. Para eles, a miña homenaxe.

\r\n

\r\n