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06 Feb

EL SÍNODO DIOCESANO FINALIZA SUS TRABAJOS [:gl]O SÍNODO DIOCESANO FINALIZA OS SEUS TRABALLOS

En el Mensaje final se hace un llamamiento ala esperanza

El Sínodo Diocesano concluyó sus trabajos después de la celebración de las asambleas generales desde el pasado mes de octubre, dando por finalizada la reflexión sobre las ponencias que fueron objeto de estudio. El material elaborado fue entregado al arzobispo, monseñor Julián Barrio, para su definitiva aprobación y que de este modo se convierta, “en normativa diocesana”, tal y como se indica en el Mensaje Final del Sínodo Diocesano donde se recoge el trabajo sinodal desde el año 2012 en el que el prelado compostelano convocaba a la diócesis “para que se embarcase con ilusión decidida en este proyecto”. El mensaje es también un texto de llamada a todos los diocesanos desde la esperanza, “que es deseo y confianza que nos vienen de Dios, nos dirigimos a todos los diocesanos para animarlos a participar en esta etapa, que puede parecer la más dura, pero que, con la gracia divina, será también la más fecunda, en la que las orientaciones sinodales habrán de ponerse en práctica. De todos, sacerdotes, religiosos y seglares, cada uno desde su propia responsabilidad eclesial, dependerá que todo esto no quede en un sueño”.

Mensaje final

En el documento final recopilatorio del Sínodo Diocesano se hace una referencia a los momentos vividos en estos cinco años desde que la diócesis compostelana fuera convocada para “embarcase con ilusión decidida en este proyecto”.La memoria, se señala en otro apartado, “se torna agradecimiento hacia las parroquias y otras comunidades eclesiales que se volcaron en la preparación del sínodo, sabiendo que la Iglesia es corresponsabilidad de todos, y en particular a los grupos sinodales que periódicamente se reunieron para reflexionar sobre los temas propuestos y, a partir de tales reflexiones, ofrecer sugerencias y propuestas concretas para la marcha del sínodo. Hubiera sido deseable que en todas las parroquias de la Diócesis se hubiera canalizado la voz de la comunidad creyente para que estuviese debidamente representada. Pero hoy debe primar la gratitud sobre otros sentimientos”.El resto del texto del documento aprobado es el siguiente:“Nuestro pastor había señalado, en el momento de convocarlo, tres ejes en torno a los cuales debía girar el sínodo: identidad, comunión y misión. De este modo, daba a entender que el sínodo no podía limitarse a una operación cosmética que embelleciese la apariencia de nuestra Iglesia por el simple procedimiento de maquillar sus deficiencias más visibles, sino que tendría que llegar a las raíces de nuestro ser y nuestro actuar como creyentes: qué significa ser cristiano en nuestra sociedad de aquí y de ahora, en la Galicia del siglo XXI; cómo podemos vivir y actuar en cuanto tales, dentro de la Iglesia, y desde la Iglesia hacia la sociedad y hacia el mundo; qué tenemos que ofrecer a las personas de nuestro tiempo; cómo nuestro mensaje puede seguir siendo anunciado como buena noticia, en particular para los pobres… A todo ello había que añadir el reto de reorganizar nuestras estructuras pastorales en una sociedad cuya configuración demográfica no es la de hace unas décadas, y teniendo en cuenta también –sin ser éste el estímulo principal, pero siendo desde luego un factor que no puede ignorarse– el descenso en el número de sacerdotes, lo cual, sin ser una buena noticia, sí puede ser un toque de atención para tomar conciencia de algo que es propio de la Iglesia, y no sólo de una Iglesia en crisis: que la diversidad de ministerios nos obliga a reconocer el papel del laico dentro de ella, saliendo de la clericalización excesiva a que estábamos acostumbrados.Desde esta perspectiva, se elaboraron cuadernos de reflexión para los grupos sinodales agrupados en cinco temas: la transmisión de la fe, la Iglesia como comunión, la celebración de la fe, la Iglesia en la sociedad y la renovación de las estructuras pastorales. Las aportaciones de los grupos sirvieron para redactar los instrumentos de trabajo que serían sometidos a revisión y votación por la asamblea sinodal. Fruto de ello son los cinco documentos aprobados, cada uno de los cuales consta de una introducción y una serie de constituciones que indican líneas de actuación para nuestra diócesis en el futuro. Estos documentos se presentan al obispo para que, con las revisiones que considere oportunas, sean aprobados por él y se conviertan así en normativa diocesana. Por supuesto, el sínodo no puede entrar en los mínimos detalles, algo que más bien corresponderá hacer a los directorios y estatutos que se promulguen en los próximos tiempos, pero sí ofrece inspiraciones para orientar nuestra vida y pastoral diocesanas.El sínodo es un acontecimiento de la Iglesia, y por eso no es de extrañar que muchos de los temas tratados tengan que ver con su actuación interna. Mas hemos de huir de la autorreferencialidad. Si queremos una mejor Iglesia no es para caer en la autocomplacencia, sino porque estamos convencidos de que sólo fiel a su identidad puede ser fiel a su misión, porque la misión es parte esencial de la identidad de la Iglesia. Queremos ser mejor Iglesia para ser evangelio, buena noticia, en particular para los pobres. Hemos de estar cerca de las pobrezas espirituales, de quienes han perdido toda esperanza, o esperan sin saber qué esperan. Pero también hemos de estar cerca de quienes carecen de recursos para llevar una vida adecuada a la dignidad humana; de quienes se encuentran en el paro; de quienes sufren explotación laboral; de las víctimas de los maltratos; de quienes se han visto obligados a abandonar su patria en busca de seguridad, física o económica; de los enfermos y de los ancianos, sobre todo de aquellos que sufren abandono; de quienes, por las razones que sean, están privados de libertad; de los países que no consiguen salir de la dependencia económica para lograr un adecuado desarrollo… Como nos enseña la parábola del Buen Samaritano, sólo aproximándonos podremos sentirlos como prójimos nuestros. Una Iglesia que abandona a los necesitados, abandona a Cristo.Por eso, después de haber vuelto la mirada hacia el pasado, hemos de hacerlo ahora, de forma decidida, hacia el futuro. No es pequeña la tarea que se nos presenta ante los ojos, y no es la menor de las tentaciones la de caer en el desánimo o la frustración al ver que las cosas no proceden al ritmo deseado. Quizá algunas, o incluso puede que muchas, de las disposiciones propuestas por el sínodo parezcan irrealizables, al menos a corto plazo. No se nos ocultan las dificultades, que pueden proceder tanto de las limitaciones materiales, como de la escasez de personal o –como hemos de reconocer con tristeza, pero también con realismo– de las inercias y comodidades en que podemos estar instalados. El sínodo será sólo papel mojado si a la renovación de las estructuras no la acompaña una conversión en los corazones. Poco podrá hacer la Iglesia para evangelizar si sus miembros no admiten en sus vidas que el evangelio es la buena noticia para la vida del mundo; si sus ministros no se convencen de que han de vivir para el evangelio; si no sentimos la urgencia de ser testigos de Jesucristo para anunciar, con la fuerza del Espíritu, el amor de Dios Padre.En este sentido, hemos de reconocer que el sínodo no lograría su objetivo si sólo cambia una estructura por otra, pero no consigue hacernos sentir con mayor intensidad la gracia inmerecida de la que somos portadores, para hacernos así también a nosotros gratuitos hacia ese mundo al que, como Iglesia, hemos sido enviados como testigos. Pero, y aquí hemos de poner nuestra esperanza, será un éxito si, a pesar de las dificultades, a pesar de no poder poner en práctica inmediatamente todas sus directivas, provoca en el conjunto de la comunidad cristiana el deseo de ser cada vez más fieles a esa vocación al servicio a la que hemos sido llamados.Desde esta esperanza, que es deseo y confianza que nos vienen de Dios, nos dirigimos a todos los diocesanos para animarlos a participar en esta etapa, que puede parecer la más dura, pero que, con la gracia divina, será también la más fecunda, en la que las orientaciones sinodales habrán de ponerse en práctica. De todos, sacerdotes, religiosos y seglares, cada uno desde su propia responsabilidad eclesial, dependerá que todo esto no quede en un sueño.Hacemos un llamamiento a las familias cristianas, para que sean testimonio ante el mundo de un amor que trasciende lo inmediato para mostrar su vocación de eternidad; para que, a pesar de las dificultades económicas y sociales, e incluso a través de ellas, sepan mostrar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo la pervivencia de los valores de unidad, diálogo, comprensión y solidaridad; para que cada vez con más entusiasmo asuman la responsabilidad en la formación integral de los hijos, y en particular para que sepan ser sus primeros evangelizadores y catequistas.Nos dirigimos también a los sacerdotes, para que reaviven cada día la vocación primera, aquella que les hizo lanzarse con entusiasmo al seguimiento de Jesús en el servicio a su Iglesia. No olviden, sobre todo aquellos que tienen responsabilidades diocesanas o parroquiales, que en gran medida el éxito o el fracaso de la aplicación del sínodo dependerán de ellos.  Aun sabiendo que las responsabilidades pastorales son cada vez mayores para un número más reducido de presbíteros, pedimos que no permitan que el desánimo o el cansancio frenen el impulso renovador de este sínodo, sino que, al contrario, se conviertan en los primeros promotores de la renovación personal y pastoral de la diócesis.A los miembros de los institutos de vida consagrada, de las sociedades de vida apostólica y de los movimientos eclesiales pedimos que sigan ofreciendo con generosidad su espiritualidad y su carisma, tan necesarios a la Iglesia, en consonancia con las orientaciones del sínodo diocesano, sabiendo que el fin de toda la Iglesia es el mismo para todos: el anuncio de la buena noticia de Jesús, el ser signo e instrumento de la unión de la humanidad con Dios y de la unidad de todo el género humano, el llevar la santificación del Espíritu a todos los hijos de Dios.A todos los fieles seglares, jóvenes, adultos y mayores,  que constituyen la mayoría del pueblo cristiano, les pedimos que, en la medida de sus posibilidades, dentro de las actividades específicas de la Iglesia como, sobre todo, en su vida secular, en la educación, en el trabajo, en la política, en la economía y en la convivencia civil, sepan ser portadores en la caridad de la esperanza cristiana, de la que este sínodo sólo pretende ser un humilde testimonio”.[:gl]

Na Mensaxe final faise un chamamento á esperanza

O Sínodo Diocesano concluíu os seus traballos despois da celebración das asembleas xerais desde o pasado mes de outubro, dando por finalizada a reflexión sobre os relatorios que foron obxecto de estudo. O material elaborado foi entregado ao arcebispo, monseñor Julián Barrio, para a súa definitiva aprobación e que deste xeito se convirta, «en normativa diocesana», tal e como se indica na Mensaxe Final do Sínodo Diocesano onde se recolle o traballo sinodal desde o ano 2012 no que o prelado compostelán convocaba á diocese «para que se embarcase con ilusión decidida neste proxecto». A mensaxe é tamén un texto de chamada a todos os diocesanos desde a esperanza, «que é desexo e confianza que nos veñen de Deus, dirixímonos a todos os diocesanos para animalos a participar nesta etapa, que pode parecer a máis dura, pero que, coa graza divina, será tamén a máis fecunda, na que as orientacións sinodales haberán de poñerse en práctica. De todos, sacerdotes, relixiosos e seglares, cada un desde a súa propia responsabilidade eclesial, dependerá que todo isto non quede nun soño».

Mensaxe final

No documento final  recopilatorio do Sínodo Diocesano faise unha referencia aos momentos vividos nestes cinco anos  desde que a diócese compostelá fose convocada para «embarcase con ilusión decidido neste proxecto».A memoria, sinálase noutro apartado, «tórnase agradecemento cara ás parroquias e outras comunidades eclesiais que se envorcaron na preparación do sínodo, sabendo que a Igrexa é corresponsabilidade de todos, e en particular aos grupos sinodais que periodicamente se reuniron para reflexionar sobre os temas propostos e, a partir de tales reflexións, ofrecer suxestións e propostas concretas para a marcha do sínodo. Sería desexable que en todas as parroquias da Diócese canalizouse a voz da comunidade crente para que estivese debidamente representada. Pero hoxe debe primar a gratitude sobre outros sentimentos».O resto do texto do documento aprobado é o seguinte:»O noso pastor sinalara, no momento de convocalo, tres eixos ao redor dos cales debía virar o sínodo: identidade, comuñón e misión. Deste xeito, daba a entender que o sínodo non podía limitarse a unha operación cosmética que embelecese a aparencia da nosa Igrexa polo simple procedemento de maquillar as súas deficiencias máis visibles, senón que tería que chegar ás raíces do noso ser e o noso actuar como crentes: que significa ser cristiá na nosa sociedade de aquí e de agora, na Galicia do século XXI; como podemos vivir e actuar en canto tales, dentro da Igrexa, e desde a Igrexa cara á sociedade e cara ao mundo; que temos que ofrecer ás persoas do noso tempo; como a nosa mensaxe pode seguir sendo anunciada como boa noticia, en particular para os pobres» A todo iso había que engadir o reto de reorganizar as nosas estruturas pastorais nunha sociedade cuxa configuración demográfica non é a de hai unhas décadas, e tendo en conta tamén «sen ser este o estímulo principal, pero sendo desde logo un factor que non pode ignorarse» o descenso no número de sacerdotes, o cal, sen ser unha boa noticia, si pode ser un toque de atención para tomar conciencia de algo que é propio da Igrexa, e non só dunha Igrexa en crise: que a diversidade de ministerios obríganos a recoñecer o papel do laico dentro dela, saíndo da clericalización excesiva a que estabamos afeitos.Desde esta perspectiva, elaboráronse cadernos de reflexión para os grupos sinodais agrupados en cinco temas: a transmisión da fe, a Igrexa como comuñón, a celebración da fe, a Igrexa na sociedade e a renovación das estruturas pastorais. As achegas dos grupos serviron para redactar os instrumentos de traballo que serían sometidos a revisión e votación pola asamblea sinodal. Froito diso son o cinco documentos aprobados, cada un dos cales consta dunha introdución e unha serie de constitucións que indican liñas de actuación para a nosa diócese no futuro. Estes documentos preséntanse ao bispo para que, coas revisións que considere oportunas, sexan aprobados por el e se convirtan así en normativa diocesana. Por suposto, o sínodo non pode entrar nos mínimos detalles, algo que máis ben corresponderá facer aos directorios e estatutos que se promulguen nos próximos tempos, pero si ofrece inspiracións para orientar a nosa vida e pastoral diocesanas.O sínodo é un acontecemento da Igrexa, e por iso non é de estrañar que moitos dos temas tratados teñan que ver coa súa actuación interna. Mais debemos fuxir da autorreferencialidade. Se queremos unha mellor Igrexa non é para caer na autocompracencia, senón porque estamos convencidos de que só fiel á súa identidade pode ser fiel á súa misión, porque a misión é parte esencial da identidade da Igrexa. Queremos ser mellor Igrexa para ser evanxeo, boa noticia, en particular para os pobres. Debemos estar preto das pobrezas espirituais, de quen perdeu toda esperanza, ou esperan sen saber que esperan. Pero tamén debemos estar preto de quen carece de recursos para levar unha vida adecuada á dignidade humana; de quen se atopa no paro; de quen sofre explotación laboral; das vítimas dos malos tratos; de quen se viu obrigado a abandonar a súa patria en busca de seguridade, física ou económica; dos enfermos e dos anciáns, sobre todo daqueles que sofren abandono; de quen, polas razóns que sexan, están privados de liberdade; dos países que non conseguen saír da dependencia económica para lograr un adecuado desenvolvemento» Como nos ensina a parábola do Bo Samaritano, só aproximándonos poderemos sentilos como próximos nosos. Unha Igrexa que abandona aos necesitados, abandona a Cristo.Por iso, despois de volver a mirada cara ao pasado, debemos de facelo agora, de forma decidido, cara ao futuro. Non é pequena a tarefa que se nos presenta ante os ollos, e non é a menor das tentacións a de caer no desánimo ou a frustración ao ver que as cousas non proceden ao ritmo desexado. Quizá algunhas, ou mesmo poida que moitas, das disposicións propostas polo sínodo parezan irrealizables, polo menos a curto prazo. Non se nos ocultan as dificultades, que poden proceder tanto das limitacións materiais, como da escaseza de persoal ou «como debemos recoñecer con tristeza, pero tamén con realismo» das inercias e comodidades en que podemos estar instalados. O sínodo será só papel mollado se á renovación das estruturas non a acompaña unha conversión nos corazóns. Pouco poderá facer a Igrexa para evanxelizar se os seus membros non admiten nas súas vidas que o evanxeo é a boa noticia para a vida do mundo; se os seus ministros non se convencen de que deben vivir para o evanxeo; se non sentimos a urxencia de ser testemuñas de Xesucristo para anunciar, coa forza do Espírito, o amor de Deus Pai.Neste sentido, debemos recoñecer que o sínodo non lograría o seu obxectivo se só cambia unha estrutura por outra, pero non consegue facernos sentir con maior intensidade a graza inmerecida da que somos portadores, para facernos así tamén a nós gratuítos cara a ese mundo ao que, como Igrexa, fomos enviados como testemuñas. Pero, e aquí debemos de poñer a nosa esperanza, será un éxito se, a pesar das dificultades, a pesar de non poder poñer en práctica inmediatamente todas as súas directivas, provoca no conxunto da comunidade cristiá o desexo de ser cada vez máis fieis a esa vocación ao servizo á que fomos chamados.Desde esta esperanza, que é desexo e confianza que nos veñen de Deus, dirixímonos a todos os diocesanos para animalos a participar nesta etapa, que pode parecer a máis dura, pero que, coa graza divina, será tamén a máis fecunda, na que as orientacións sinodais deberán de poñerse en práctica. De todos, sacerdotes, relixiosos e seglares, cada un desde a súa propia responsabilidade eclesial, dependerá que todo isto non quede nun soño.Facemos un chamamento ás familias cristiás, para que sexan testemuño ante o mundo dun amor que transcende o inmediato para mostrar a súa vocación de eternidade; para que, a pesar das dificultades económicas e sociais, e mesmo a través delas, saiban mostrar aos homes e mulleres do noso tempo a pervivencia dos valores de unidade, diálogo, comprensión e solidariedade; para que cada vez con máis entusiasmo asuman a responsabilidade na formación integral dos fillos, e en particular para que saiban ser os seus primeiros evanxelizadores e catequistas.Dirixímonos tamén aos sacerdotes, para que reaviven cada día a vocación primeira, aquela que lles fixo lanzarse con entusiasmo ao seguimento de Jesús no servizo á súa Igrexa. Non esquezan, sobre todo aqueles que teñen responsabilidades diocesanas ou parroquiais, que en gran medida o éxito ou o fracaso da aplicación do sínodo dependerán deles.  Aínda sabendo que as responsabilidades pastorais son cada vez maiores para un número máis reducido de presbíteros, pedimos que non permitan que o desánimo ou o cansazo freen o impulso renovador deste sínodo, senón que, ao contrario, se convirtan nos primeiros promotores da renovación persoal e pastoral da diócese.Aos membros dos institutos de vida consagrada, das sociedades de vida apostólica e dos movementos eclesiais pedimos que sigan ofrecendo con xenerosidade a súa espiritualidade e o seu carisma, tan necesarios á Igrexa, en consonancia coas orientacións do sínodo diocesano, sabendo que o fin de toda a Igrexa é o mesmo para todos: o anuncio da boa noticia de Jesús, o ser signo e instrumento da unión da humanidade con Deus e da unidade de todo o xénero humano, o levar a santificación do Espírito a todos os fillos de Deus.A todos os fieis seglares, novos, adultos e maiores,  que constitúen a maioría do pobo cristián, pedímoslles que, na medida das súas posibilidades, dentro das actividades específicas da Igrexa como, sobre todo, na súa vida secular, na educación, no traballo, na política, na economía e na convivencia civil, saiban ser portadores na caridade da esperanza cristiá, da que este sínodo só pretende ser un humilde testemuño.